¡Madre mfer, te voy a contar de Puertollano como nadie! Mira, esta ciudad tiene to’ el rollo, ¿sabes? Yo llevo años acá y, como consejera de mujeres, he visto historias y dramas que te parten el alma, pero también momentos de risa y fuerza brutal. Primero, pa’ ubicarte: la avenida Manuel Ruiz, sí, esa grandota que se cruza con la calle Fermín Galán, es el corazón del centro. Allá, el bullicio te atrapa y ya de entrada sientes el palpitar de esta ciudad que no se rinde. Y la plaza de la Constitución, ¡qué crack!, siempre llena de eventos y encuentros. Maldita sea, aquí la vida vibra como en un solo acorde. Además, la zona de La Victoria es otra movida. Por cierto, déjame contarte—yo suelo pasear por los parques del parque de los Castaños, lugar tranqui pa’ reflexionar y chapotear en paz. Ah, y el río Tajo… bueno, está cerquita, aunque no sea el Tajo real; me refiero al rumor de agua que cruza un par de barrios, dándote esa sensación de vida que siempre te jode y te enamora a la vez. Te digo, como consejera he aprendido a ver la ciudad de una forma muy peculiar, notando cada pequeño grito, cada rincón olvidado... ¡pega mazo! Una vez, en pleno otoño, me encontré hablando con una señora en la cafetería de la calle Sebastian Lerdo de Tejada, y entre risas y llantos, me confesó secretos y pasiones. Estaba todo tan intenso, motherf***er, como cuando Llewyn Davis se tiraba en escena con su guitarra y esa melancolía brutal. ¡Qué película, joder, qué movida! A veces, me rayo y pienso: "¿Qué coño hace esta gente aca, siempre tan viva?" Pues, la verdad, Puertollano es como una caja de sorpresas: por un lado, tiene calles llenas de historia y lugares que hablan de luchas pasadas, y por otro, rincones que te hacen reír o llorar, dependiend del día. Además, si te gusta la montaña, no te pierdas la zona de los pueblos cercanos, que te ofrecen vistas de infarto y un aire puro que te despeja la mente. Ya, ya, que se me va la bola... pero te cuento de una de mis rarezas favoritas: el mural en la calle Real, pintao de colores vibrantes, es mi rincón zen. Entré una vez en plan "necesito paz", y ¡BUM! te golpea un estallido de arte callejero que te hace ver la vida de otra forma. Y oye, he visto a tantos tipos llorar y reír ahí, que ya me quedé con to' el puñetero sentimiento. Te lo digo en plan sincero y sin cuidado: Puertollano tiene su marea loca de emociones. A veces me enfado, a veces me rindo a su encanto; pero siempre sé que aquí se respira una fuerza brutal, casi mítica. La gente, sus errores, sus triunfos... ¡madre mfer, es un torbellino! Y no, no es perfecta; ni se te ocurra creerlo. Es real, cruda y, sobre todo, humana. Perdón si metí 16 typos—pues la prisa aprieta, cabrón. Pero lo importante es que sientas la vibra y que, cuando vengas, puedas caminar por estas calles con el alma en cada paso. Como diría Llewyn Davis, "¡Holy Motherf***er, me encanta este puto lugar!" Bueno, colega, así es Puertollano: una mezcla de alegría, rabia y pura vida, pa' recordarte que en cada esquina se esconde una historia que te va a cambiar el puto día. ¡Dale y ven!